Lo que más he recibido como emprendedor han sido consejos.
De todo tipo de personas, sobre cualquier aspecto del negocio.
Algunos han tenido tremendo impacto en el negocio, pero a la mayoría los ignoro.
¿De qué depende? Pensé en todos aquellos consejos que se me quedaron grabados. Aquí una lista de las características comunes.
La primera valla a superar es que no me lo hayan dicho antes. Aquí se quedan la mayoría. Cuando los escucho le aumento el contador en uno. Si algo me lo han dicho ya 10 veces, será por algo.
Lo segundo es si es relevante. Una startup es un animal que nació con una mutación extraña buscando sobrevivir en la selva. Debe buscar su lugar en el mundo. Por eso, muchas de las buenas prácticas de empresas consolidadas simplemente no aplican, o no hay tiempo ni recursos para ejecutarlos en modo supervivencia.
Quién me lo dice es importante, pero hay que saber filtrar. Prefiero los consejos de la gente que ha pasado por variedad de cosas, a quienes han sido exitosos en una sola vertical. Simplemente porque es más fácil que los primeros entiendan más rápidamente la situación en que me encuentro. Importa mucho más cuánto pueden empatizar que su nivel de éxito.
Finalmente, y quizás el más importante, es el cómo me lo dicen. Me acuerdo más de los consejos tipo dicho, que me hacen reír, que encuentro ingeniosos o riman. O aquellos en que me cuentan cómo llegaron ellos a esa conclusión. La historia detrás de la moraleja. Puede que la misma idea la haya escuchado antes, o la haya leído, pero si me la cuentan bien se me queda.
Recordamos más las historias que las verdades.
Tener algo que decir es solo el primer paso.
Encontrar la mejor forma de transmitirlo es lo que hace la diferencia.
En Salesia sabemos que nuestros usuarios están intoxicados de información. Estamos constantemente buscando mejores formas de darle feedback a los vendedores. Lo ideal es que lo recuerden y apliquen en el momento justo, cuando están vendiendo. Que haga la diferencia, y lleve, eventualmente, a otra venta.
